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La alimentación de la mayoría de la población venezolana ha sido el principal objetivo de la guerra que venimos enfrentando en su versión intensificada desde los últimos 4 años; se trata de una guerra que disputa las posibilidades de alimentarse sana y soberanamente, la cual no sólo genera una disminución en la disponibilidad de alimentos, sino incrementos salvajemente especulativos en sus precios.

Ante este escenario de guerra continuada, reconocemos que el lanzamiento de los CLAP significó una salida necesaria y urgente al uso de los alimentos como arma de guerra por parte de los monopolios agroalimentarios del país, y sus corporaciones aliadas y subsidiarias.

Los CLAP han sido una salida clave para la supervivencia principalmente en las capitales, donde llega con más regularidad este programa de abastecimiento, en comparación con la esporádica e irregular distribución de los CLAP en la mayor parte del territorio nacional y especialmente en las zonas de producción agrícola.

 

También ha resultado ser clave para la supervivencia de los grandes grupos importadores de alimentos en Venezuela, quienes tienen en la provisión de los CLAP garantías aún mayores para el acceso a dólares preferenciales, colaborando directamente con el fortalecimiento de las corporaciones del agronegocio. Estos actores entran en el mercado internacional en una posición favorecida por el asedio internacional en contra de Venezuela por un lado, y por el otro por el control monopólico de los medios de producción y la dieta venezolana adicta a harinas, margarinas, aceites y pastas, reproduciendo y ampliando las fronteras del control corporativo de la cadena alimentaria en el país.

Esta colonización del gusto por parte de las corporaciones ha sido un dispositivo de poder del agronegocio tan exitoso, que hoy se le llama “crisis” a la guerra que enfrentamos. Se trata de un régimen de control biopolítico donde se impone un modelo de producción agroindustrial dependiente de la importación de insumos, genética, tecnologías y la concentración monopólica de la distribución de alimentos.

 

A pesar de la intensidad del descalabro de este modelo, se sigue subestimando y desconociendo la producción de alimentos que es sostenida por las familias campesinas que siguen resistiendo y produciendo.

 

Hoy múltiples denuncias del clap transgénico circulan en diversos medios y redes, prendiendo las alarmas sobre los riesgos a la salud que representan estos alimentos, y el significado simbólico de debilitamiento de la política chavista de declarar a Venezuela Libre de Transgénicos.  

 

El hecho de que el CLAP contenga alimentos transgénicos revela la aguda tensión entre los intereses que amasan sus riquezas a costa de la importación de alimentos con veneno para el pueblo pobre; y los intereses que defienden la producción nacional basada en la agricultura campesina y comunal.

Los grandes productores, están en campaña por más importación de insumos importados . A pesar de ello, diversas experiencias populares han desplegado acciones de distribución planificada de alimentos campo-ciudad en medio de la guerra y mucho antes que el CLAP. Sólo por mencionar algunas: el plan Pueblo a Pueblo de distribución planificada de alimentos frescos entre comunas del campo y la ciudad alcanzó este año a 60.000 familias. En diciembre, la Comuna el Maizal junto a los CLAP realizaron a finales del año pasado 48 jornadas de distribución garantizando el abastecimiento de carne para 15 mil familias; la producción comunera contribuyó con aproximadamente 20 toneladas semanales de hortalizas a distribuciones del CLAP en Barquisimeto. Adicionalmente otras iniciativas de distribución y consumo planificado de productos agroecológicos como la Feria Conuquera en Caracas y Mano a Mano en la ciudad de Mérida ofrecen todos los meses productos agroecológicos a precios solidarios. De la misma forma, la Alpargata Solidaria y otras organizaciones de consumo colectivo se gestan para hacerle frente a los elevados precios de los alimentos.

(Más información sobre estas y otras experiencias)

​La imposición de un modelo de alimentación CLAP basado en la sola importación de productos - transgénicos en su mayoría - significa el reforzamiento de los emporios importadores a costilla de la “crisis”, y en conjunto actúa al corto, mediano y largo plazo en el desmantelamiento de las políticas agrícolas que en revolución gestaron y empujaron diversas formas de agricultura campesina, familiar, y comunal. Se trata de una combinación letal que refuerza el agronegocio y desmantela el poder popular en el ámbito de la producción, distribución y consumo de alimentos.

 

El desafío que este tema nos trae es grande y nos convoca a disputar el sentido y contenido del CLAP; a garantizar la sostenibilidad de los esfuerzos populares que ya mencionamos que están a merced de la especulación, bachaqueo y desmantelamiento de la política agrícola chavista. En este país hay suficientes experiencias para asumir como respuesta de guerra esta redirección sin que implique: 1) postergar el horizonte político de la soberanía alimentaria por la urgencia de la respuesta ante el secuestro alimentario 2) entregar totalmente nuestra alimentación al enemigo.

 

Las líneas por las que se viene tejiendo la red popular de producción de semillas, distribución planificada de alimentos, procesamiento de harinas a escala comunitaria, y la producción conuquera, significan una apuesta a la construcción de un tejido que contribuya a un cambio estructural, que incorpore alimentos propios y coloque nuestros recursos y dinero en el sistema nacional, y no en los circuitos importadores especuladores.

 

En el Plan de la Patria el Comandante Chávez bien hace énfasis en el Objetivo Nacional 1.4 a "lograr la soberanía alimentaria para garantizar el sagrado derecho a la alimentación de nuestro pueblo", llamando al incremento de la producción y protección nacional de las semillas de rubros estratégicos, a fin de satisfacer los requerimientos de los planes nacionales de siembra para consumo, protegiendo a la población del cultivo y consumo de productos transgénicos y otros perjudiciales a la salud (Objetivo Estratégico 1.4.2.6).

 

Es este legado chavista que nos convoca al fortalecimiento de la organización para el control de nuestro sistema alimentario. Es esta es la única opción para la supervivencia frente al constante ataque contra nuestro derecho a alimentarnos por parte de las mafias del bachaqueo y  extorsión, cuyo interés de lucro y acumulación se afianza en alianzas institucionales gubernamentales que han fortalecido las redes de importación de productos del agronegocio.

 

Asumimos la defensa de la Ley de Semillas como proyecto de autonomía productiva y llamamos a la Asamblea Nacional Constituyente, en especial los constituyentes del sector campesino y ecosocialista, a que legislen con carácter de urgencia:

  • Multiplicación y transferencia de semillas y genética animal (en manos del INIA); así como relanzamiento del Plan de Producción Conuquera desde y para los sujetos de la agricultura campesina: comunas, consejos campesinos, movimientos sociales y fundos.

  • Retoma de los planes de transferencia de medios a las comunas y Poder Popular en deuda por bloqueos de actores locales, nacionales y transnacionales (Consejo Presidencial de Gobierno Popular para las Comunas).

  • Regulación de la importación de productos genéticamente modificados.

  • Desarrollo de una ley de etiquetado de alimento

  • Transferencia urgente de tecnologías de procesamientos desarrolladas por entes públicos (disponible principalmente en el CIEPE) al poder popular.

 

Hoy más que nunca hacemos el llamado para concretar los esfuerzos por la soberanía alimentaria, a no entregar nuestra alimentación a manos enemigas, y orientarnos hacia la ruptura de las redes del agronegocio y el fortalecimiento de los tejidos de producción y distribución comunal, campesina y local.

 

Campaña Venezuela Libre de Transgénicos 

vENEZUELA  ES  ANTITRANSGÉNICA

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